A falta de pruebas de diagnóstico fiables y objetivos para los trastornos musculoesqueleticos, la clasificación basada en fallos de control del movimiento, está ganando reconocimiento y aceptación, por ende las personas o deportistas que no tienen ningún dolor y carecen de antecedentes, pueden tener rangos de movimientos alterados, que pueden ser considerados excesivos o hiper-moviles, quiere decir que es posible que ese rango excesivo del movimiento, sea controlado por mecanismos automáticos y cognitivos del control del movimiento y por la repetición de tareas posturales. Así pues desde la intervención de un equipo multidisciplinario, el fisioterapeuta forma parte de esa prevención primaria y secundaria esta última se hace del conocimiento de la lesión deportiva los factores que intervienen las estructuras afectadas, posterior a ello este debe hacer una readaptación para que la lesión no vuelva aparecer, modificando el contexto.
Existen alteraciones del movimiento que pueden llegan a predisponer al deportista a que se produzcan lesiones tanto de índole repetitivo como de manera inmediata, puede ser la repetición o el entrenamiento, es por ello que se plantea como el análisis de la disfunción del movimiento puede ayudar y ser un sistema metodológico que trabaje dentro de un protocolo de prevención de lesiones.
Suele suceder en cualquier deporte o disciplina deportiva como el deportista a nivel competitivo después de tener un gesto establecido, una técnica definida, le toca modificar o incluir otra técnica para mejorar su desempeño, comienza a surgir problemas a nivel del entrenamiento y dentro de la competición, provocando cambios en el gesto trayendo como consecuencia repercusión a nivel estructural y por ende dolor relacionado a ese nuevo movimiento. De tal modo que cuando se tiene un control consiente del movimiento no hay dolor, si por el contrario el movimiento es incontrolado produce dolor y esto se ve relacionado con la hipermovilidad, la hipomovilidad y el rango normal.
Por consiguiente cuando se realiza la valoración del deportista se busca adelantarnos a lo que está sucediendo con él en su entrenamiento, analizando los patrones clínicos que coinciden con sus habilidades técnico-tácticas, su contextos y poder generar estímulos que permitan adaptar mejor las estructuras, mejorando su tolerancia ante las cargas que va a trabajar después. En relación a esto surge una interrogante:
¿Qué estrategias de análisis e intervención utilizaremos?
La respuesta es sencilla, nos faltan métodos para poder registrarlo, tener claro que es lo que necesitamos encontrar, lo que se tiene que buscar de manera relevante en el deportista, ya que muchas veces encontramos signos clínicos como acortamiento muscular, limitación en los movimientos que no tienen nada que ver con el gesto y se realizan estímulos vacíos que en vez de mejorar causan un daño iatrogénico y muy perjudicial al deportista.
Pero la identificación de un mal patrón de movimiento y si la evaluación del mismo resulta ser muy compleja, sabiendo que dichos patrones incluyen la evaluación de la rigidez, la flexibilidad, la disfunción y las deficiencias del movimiento, nos llevan hacer más énfasis en la prevención y ver la misma como un factor fundamental buscando a través de ello un balance entre las capacidades y las demandas , ya que si el deportista tiene una demanda de entrenamiento mayor y sumado a eso tiene competición, sus demandas se alteran provocando a la ves estrés, quedando por debajo sus capacidades, y es cuando a nivel neuromusculoesquelético se presenten daño a nivel de fibras, fatiga y estrés corporal.
En consecuencia como fisioterapeutas debemos analizar esas demandas, las capacidades saber que necesita el deportista como se mueve y a su vez movernos nosotros dentro de los factores de riesgo intrínsecos que pueden ser modificables o no, pero si se tiene en cuenta una lesión saber si es por acumulación estrés o de forma repetitiva por el tiempo y por sobreuso, o lesiones que se producen de manera inmediata.